lunes, octubre 16, 2006

Festin diabolico

Fin de semana largo, momento propicio para nuevas y memorables historias. Muchos deben tener un montón de cosas que contar... yo también. La mia es una cuenta numérica: 1 lechón, 2 matambres, 3 asados de tira, 4 chorizos y 5 vinos. O más, creo que lo de los vinos lo estoy suavizando para que la gente no piense mal de mi. O para que no sepan la verdad sobre mi. Si, es eso.

Sábado. La cuestión es que estuve en la casa de mis suegros y lo que mejor se hace ahí es comer. Y tomar. Vino. Y como está lejos llegamos a las cuatro de la tarde para encontrar un lechón que estaba en el fuego desde las 9 de la mañana. No hay dudas de que estaba muerto. La piel podria haberse usado para una torta, era caramelo puro. Por supuesto que, habiendo empezado a comer alrededor de las cuatro de la tarde, la mesa no se levantó hasta las doce de la noche! Primero fue el lechón, despues el helado, despues el café, después el vino (el vino estuvo presente en todas las etapas) e inmediatamente después el lechón nuevamente y asi. Lo siguiente que recuerdo es despertarme todavia en la mesa con la cara en el plato. Habian pasado 10 horas. Hora de poner el asado.

Domingo. Arrancó el fueguito como a las 12 (previo desayuno con facturas y alfajores de maizena) con matambre, asado de tira, chorizos caseros y, por supuesto, lechón. Y vino. La gente iba y venía, cambiaban las caras, pero no lo que las rellenaba. Empezamos con unos choris y nos mudamos inmediatamente al matambre. Pero no creo que haya sido eso lo que me cayó pesado. Es el chimi. En un momento a alguien casi se le cae al piso y como lo sacudió mucho, explotó. Encima, cuando nadie me veía me mandaba tragos de chimi puro. Eso puede haber sido. O capaz el hecho de que cuando todos estaban levantados haciendo sobremesa, yo estaba sobre la mesa, comiendo costilla. Pasa que habia que picotear algo hasta que llegara el helado! Esta vez, era artesanal. Los dos cuenquitos que habia comido el sabado no iban a alcanzar, esto es helado de verdad. Luego, una sorpresa. Alguien había traído mini facturas con crema pastelera. Son mini! No le hacen daño a nadie! Y quedan muy ricas con Cabernet Sauvignon. Asi fue la historia de cómo tomamos y comimos sin para hasta llegar al punto de llamar por celular a la persona que teníamos sentada al lado para saludarla o comprobar si es verdad que si ponés una botella de plástico con agua destapada en las brasas no se derrite (es que alguien habia estado tomando gaseosa, no pregunten quién porque no lo sé). Entre recitados y abrazos, el fuego de volvió a prender apenas se cayó el sol (nosotros estabamos fieles al lado) y arranco la... ¿cena? No se si llamarlo cena porque desde el sabado a la tarde solo habiamos parado para dormir unas horas. Fue un gran festin de dos días.

Quizas algunos tengan historias mas memorables, como conocer a la mujer de sus vidas o haber probado por primera vez tratar de estornudar con los ojos abiertos. Lo cierto es que lo poco que me acuerdo del fin de semana no me lo olvido más. Y probablemente nunca lo termine de eliminar del cuerpo. Pero valió la pena.
Ustedes que hicieron el finde?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Che, no precisamente este fin de semana, pero el anterior o alguno de los que ya pasó, hace más o menos poco, yo mismo fuí el encargado de llevar a cabo el experimento de la "botella de plástico llena de agua que el fuego no se derrite y, encima, el agua llega a hervir".
Elegí una práctica y ergonómica botellita individual de agua mineral, la llené totalmente y la tapé fuertemente. La hundí posteriormente en las brasas. Esperamos emocionados, con una "especialista en química" a nuestro lado, riéndose de nuestra ignoracia. Pero, para sorpresa de todos el agua se calentaba y la botellita se la bancaba bien. Y llegó incluso a hervir gloriosamente. Todos nos abrasamos, sollosando, entrechocando nuestros peludos pechos, llamamos a las chicas para que vieran el fenómeno. Al ver semejante milagro plasticofueguiacuático,varias confesaron estar completamente enamoradas de algunos de nosotros, así que nos casamos esa misma noche. Al brindar, repasador en mano, alguien abrió la botellita y, a modo de champán en carrera de auto, nos roció a todos con agua hirviente. Y, alegres, dejamos que nuestra piel se queme y deforme bajo las majestuosas gotas del elixir burbujeante.

Brenda G. Decurnex dijo...

Antes que nada retitularé este post como "MARATON MASOQUISTA", ya que como todos sabemos toda historia tiene por lo menos dos versiones. Esta es mi versión de lo sucedido el fin de semana, como mujer que soy.
Evidentemente los hombres la pasaron fabulosamente, especialmente el Perchagorn que no está acostumbrado a estas odiseas. Yo, por otro lado, nací y crecí en un centro de recreaciones masculino. En mi casa se organizaban desde reuniones del "Club de pesca" con los boludos panzones de siempre, peleándose por qué tamaño tenía el pescado, hasta festines de 2 o 3 días luego de la ya tradicional "Inauguración de la temporada de caza de perdiz y liebre en Entre Ríos". Desde pequeña me acostumbré a cocinar para gordos cerveceros con las papilas gustativas chamuscadas, a servir y servir comida y bebida por largas horas, con la conocida táctica en mi línea materna familiar de "comer como pajarito, correr como liebre para alimentar a las fieras y escabullirse como tortuga si hay escaramuza entre los hombres", una animalada la nuestra. Y en base a estas consideraciones, podrán imaginarse ya cual fue mi percepción del "Festín Diabólico" del fin de semana.
Mi fin de semana comenzó el miércoles con la primera ida al supermercado para aprovisionarse de comida y bebida.
Jueves: otro aprovisionamiento, pero esta vez sólo de bebida (mejor que sobre y no que falte).
Viernes: cocinar y limpiar intermitentemente.
Viernes a la noche: recibir a la gente, comenzar a planear como vamos a dormir las 14 personas que van a estar llegando, considerando que sólo hay 6 camas y 2 colchones (el resto al gallinero), todavía tranquilo.
Sábado comienza la odisea: llegaron todos, nadie trajo colchón (la pucha..), para el mediodía los hombres no pueden levantarse de la mesa del pedo olímpico que tienen, las mujeres no paramos de lavar platos engrasados de lechón, asado y demás.
Sábado a la noche: los hombres deambulan por la casa con los anteojos de sol todavía puestos preguntando "es de día o de noche? no veo nada...", las mujeres juegan a las cartas y tratan de que los respectivos maridos no se lleven un vidrio o una pared puesta.
Más tarde el sábado a la noche: los hombres juegan a llamarse mutuamente por el celular sentados uno al lado del otro, las mujeres duermen a los niños y toman café, saben que se viene el problemón de convencer a los borrachos de que están pasados de alcohol y sueño y arrastrarlos hasta la cama. "La cama!!!! Dónde van a dormir todos?", las mujeres entran en pánico porque nunca terminaron de decidir dónde iba a dormir tanta gente, y ya los chicos están acostados, con lo cual las que van a ir al gallinero son ellas! Pánico! Las mujeres deciden armar camas con toallas y repasadores, almohadones y trapos de piso con tal de no dormir paradas, aunque les ponen sábanas por supuesto (a quien le importa? igual van a dormir como el cu..).
Más más tarde el sábado: los hombres comienzan a caer como moscas, se duermen parados a la intemperie o sentados en el inodoro. Las mujeres acomodan los despojos de marido en sus respectivas camas.
Domingo temprano: las mujeres madrugan a las 6 de la mañana para limpiar el desastre antes de que se levanten los demás (hay que mantener las apariencias). Y comienzan a cocinar y preparar todo. Cuando los hombres se levantan, tienen su infusión de limón concentrado y sus 5 sobres de Hepatalgina ya preparados, junto al café con leche, las facturas mini y los alfajores de maicena caseros.
Domingo al mediodía: se come, se charla, se sigue comiendo.. Las mujeres levantan la mesa, lavan los 500 platos, secan los 500 platos, guardan los 500 platos. Los hombres mientras tanto toman y siguen tomando, ya entrando en el famoso "pedo atómico con base de resaca", también conocido como "72 horas de alcohol en sangre".
Domingo a la tarde: las mujeres juegan a las cartas, los hombres gritan, llaman a cualquiera por celular, corren semidesnudos por el patio, mean en cualquier lado, toman, se pelean, se abrazan.
Domingo a la noche: luego de una hora de discusión sobre que auto es de quien, y de otra hora buscando las llaves de cada uno, la gente comienza a partir. Mi mamá, la gran matrona y artífice de estas comilonas, mira de lejos y se sienta por primera vez en tres días, les grita que "vengan cuando quieran" deseando que todos tengan un buen viaje y no verlos nunca más en su vida.
No es por mandarme la parte, pero las mujeres somos unas mártires.